
Tres años haciendo libros, 10 títulos y 1.000 ejemplares, en tres colecciones, son algunas de las cifras que marcan el camino de Pulpa Editora. Pero esos números no son solo el resultado de una producción de libros y objetos de lectura hechos a mano, sino la expresión de una búsqueda editorial que se va construyendo, pensando y repensando en el ámbito de su taller, y en diálogo común con todos las personas que se involucran en cada uno de sus proyectos.
Ubicada en el barrio porteño de Monte Castro, Pulpa Editora fue creada por Guada Blum y Juan Pablo Cozzi, en marzo de 2022. Además, integra el colectivo de editoriales artesanales Bla.
En esta entrevista Cozzi cuenta cómo la editorial fue hallando su identidad, explica las formas y los vínculos de su producción y señala las cualidades de un oficio que, en su escala humana, pone el cuerpo para una poética del hacer.
¿Qué pensás sobre estos primeros tres años?
Si hay algo que sacar en limpio es que solo puedo hablar en gerundio de lo que estamos haciendo. Esto es ir aprendiendo todo el tiempo, desde las primeras ediciones hasta dónde y cómo mostrar los libros. El primer año, 2022, fue de mucha conversación con personas del ámbito editorial. Aprendimos a optimizar tiempos, a relajar otros tiempos y a respetar la escala humana que tiene la edición artesanal.
¿Cuál es la búsqueda de la editorial a través de su catálogo?
De entrada nos planteamos publicar autoras y autores noveles, emergentes, siempre en diálogo con la gráfica artesanal. Ahí hay algo fundamental, que es no pensar como algo distinto la edición de la producción gráfica, y si es edición artesanal, el componente gráfico de cada libro también debe ser lo más artesanal posible.
En la comunicación que hay entre texto e imágen, ¿cómo desarrollan cada proyecto?
Hasta ahora, trabajamos con tres ilustradores -entre los cuales no me incluyo, ya que hice algunos de los grabados- que son Juan Sabatez, Pau Bikoki y Lorena Cortez. La idea es mostrar los textos a estos artistas para ver qué les surge.
¿Cómo fue la experiencia de participar como artista visual en libros de otras editoriales?
El primer trabajo que hice para otra editorial, Charco Editora, fue Las Bestias. Su editora -Laura Aluan Canselo- fue de las primeras que conocí y con las que hablé para iniciarme en el territorio editorial. Después, con Artefacto hicimos una edición en común de un poema mío. Algunos de esos ejemplares están intervenidos con una xilografía también de mi autoría.
Lo que el ámbito editorial me trajo fue esa combinación entre las dos cosas que me gustan hacer: escribir y dibujar
¿Tu oficio de artista plástico fue surgiendo al mismo tiempo que Pulpa?
De alguna manera es anterior, ya que nunca dejé de dibujar ni de pintar. No me pensaba como artista plástico. De hecho, ahora me cuesta enunciarme así. Lo que el ámbito editorial me trajo fue esa combinación entre las dos cosas que me gustan hacer, que es escribir y dibujar, además de pensar la materialidad, la paleta de colores y otros elementos.
¿Fueron cambiando tus ideas sobre el libro a lo largo de los años?
Antes de pensarlo como objeto artesanal, es un objetivo de compañía. He tenido una relación muy cambiante con los libros. Con mi compañera siempre estudiamos, aprendemos y nos divertimos con ellos. Una de las cosas que nos lleva a pensar lo artesanal es buscar que estén bien hechos. Descubrí el libro artesanal a través de un proyecto que se llamaba Formas de leer, que consistía en escribir reseñas sobre ese tipo de publicaciones. Pero fue en una feria MIGRA donde descubrí que había gente que los hacía. Me llamó mucho la atención. Entonces, también quise participar. Creo que vi editoriales como Tóxicxs, Barba de Abejas, Charco y El Vendedor de Tierra.
¿Cómo organizan el trabajo?
Eso tiene que ver con intereses de cada uno. Hacemos dos correcciones con dos miradas distintas sobre la textualidad. En los procesos también se involucran las autoras o los autores. Luego están quienes se encargan de los grabados, pero las diferentes etapas de la confección la realizamos con Guada. Ella participa en la selección de autorxs y la corrección de los textos. Tiene una visión antielitista y antiacademicista sobre el arte. Desde ese lugar, ayuda a que nuestros libros se orienten a una recepción más amplia. Sabe prender una alarma cuando el concepto de un texto o de la mecánica de un libro tiende al hermetismo, ahí interviene, y eso es muy valioso. La encuadernación es un oficio que seguimos aprendiendo juntos. De las redes y de la parte más social me encargo yo.
Pulpa también abarca otras publicaciones por fuera del formato libro. ¿En qué consisten esos proyectos?
Buscamos desbordar el concepto del libro hacia otros objetos de lectura. Podría mencionar dos. El primero es una tirada de 50 ejemplares que se llamó Epigrafódromo. Consta de 12 páginas unidas por un gancho mariposa, que contiene epígrafes de libros, citas que forman partes de otros libros como epígrafes. En ellos figura la cita propiamente dicha, su autor o autora y el título del libro en el que figura esa frase. Eso gustó mucho. El segundo es el de cartas, que tiene dos publicaciones: Una misma carta a destiempo y Kika y Gloria.
¿En qué consiste el colectivo de editoriales artesanales Bla?
Empezó a gestarse en un encuentro organizado en el Centro Cultural Borges, a fines de 2023, con el objetivo de hacer un lote de libros artesanales que deambule por distintas ferias y cafés literarios. Al principio, fuimos siete editoriales y ahora somos cuatro: Leí Bailemos, Antelia, Blackbird y Pulpa. La idea también es ofrecer talleres por los barrios. Para este año hay nuevas ideas. Algo bueno de trabajar en colectivo es ir pensando por fuera de los propios intereses de cada editorial.
¿Qué opinión tenés sobre la actualidad de la edición artesanal del libro en la Argentina?
Me gusta que estemos en un momento de auge y descubrir proyectos que tienen muchos años, que persisten, y, al mismo tiempo, que haya editoriales nuevas que involucran distintos modos de la materialidad. Lo artesanal es un modo diferente de encarar la producción. Si trabajamos con un grabador o una grabadora, no significa que sea un empleado o empleada de la editorial, sino una persona asociada que coopera con el proyecto. En ese sentido, tratamos de darle a su trabajo un valor justo, consensuado, y no un valor de mercado. Es un modo diferente de pensar las relaciones laborales y la producción de bienes y de lo que propone el capitalismo actual.
*Esta entrevista fue publicada por primera vez en el sitio Único dirigido por Alejo Gonzalez Prandi, editor de Vendedor de Tierra.
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